Los problemas en los pies son una complicación muy frecuente en las personas con diabetes. En general se pueden prevenir con un adecuado cuidado, pero cuando ocurren es necesario que se detecten rápidamente para evitar que evolucionen a formas más serias. Para esto es elemental la participación activa del paciente diabético, ya que es él quien debe generar un hábito saludable del cuidado de sus pies.
¿Qué problemas genera la diabetes en los pies?
Mala circulación: la diabetes mal controlada puede generar obstrucción de las arterias, disminuyendo el flujo de sangre. Los pies suelen estar más fríos, con la piel fina y pálida, y sin pelos.
Daño del nervio: la diabetes genera neuropatía, que es el daño en los nervios que provoca sensaciones de dolor, quemazón, hormigueos, descargas eléctricas. Por otro lado también puede existir pérdida de sensibilidad, con ausencia de dolor ante una lesión en el pie (cuando un calzado molesta, o ante una herida o quemadura)
Alteraciones en la piel: la mala circulación sanguínea se traduce en una piel seca, descamada y agrietada, con posibles lesiones entre los dedos y hasta presencia de úlceras, infecciones, etc.
Deformidades: suele haber cambios en la estructura y apariencia de los pies. El daño de los nervios lleva a una deformidad en los pies y sus articulaciones, entre otras, dedo en garra y pérdida del arco del pie.
¿Cómo podemos prevenir los problemas del pie diabético?
Control de las glucemias: El adecuando control de los niveles de azúcar en sangre ayudan a prevenir el daño de los vasos sanguíneos y los nervios, que son las principales causas de las complicaciones del pie diabético.
Dejar de fumar: el cigarrillo puede empeorar los problemas vasculares y reducir aún más la circulación sanguínea.
Evitar actividades que puedan producir lastimaduras: caminar descalzo, usar bolsas de agua caliente o entrar a la bañera con agua caliente sin comprobar previamente la temperatura podrían dañar la piel de los pies.
Cuidados al cortar las uñas: hacerlo después del baño para que estén más blandas, siempre con cuidado y en forma recta, no muy cerca de la piel para evitar lastimarse. Luego limarlas para suavizar los bordes filosos. En caso de no poder realizarlo adecuadamente por sus propios medios, pedir ayuda o acudir a un podólogo.
Lavar y controlar los pies diariamente: hacerlo con agua tibia y jabón, y secar correctamente. Mantener la piel bien hidratada con cremas y observar diariamente los pies en busca de lesiones, agrietamientos, ampollas, úlceras, inflamación, enrojecimiento, etc.
Elegir medias y calzados adecuados: las medias de algodón, no muy apretadas, son las ideales y conviene cambiarlas diariamente. Además, usar calzado cómodo, preferiblemente ancho (no en punta), cerrado, flexible y de material transpirable para evitar sudoración excesiva de la piel. Tener especial cuidado con los calzados nuevos, por el riesgo de aparición de ampollas.
Consultar al médico para controles periódicos de los pies: un médico debe controlar en forma rutinaria los pies, y ante la aparición de una lesión se le debe consultar rápidamente.